Cristóbal Vega Álvarez nació poeta y murió poeta. Yo, Jana la de la niebla (Ana Vega Burgos en el mundo real), su hija, siento que lo más íntimo que puedo hacer por él, para darle una alegría donde quiera que esté, es ir poniendo en este blog, poco a poco, los incontables poemas que fueron el sentido y la justificación de su vida, lo que le hizo vivir hasta los noventa y cuatro años con el alma llena de ilusiones.
Escribir era el estímulo que le impulsaba, la campana que repicaba sobre su corazón para hacerlo latir. Escribir lo salvó de la locura de más de veinte años en prisión, de la desesperanza de perder a su amada, mi madre, Antonia Burgos Béjar, "la escritora campesina" de Villafranca de Córdoba. También hablaré de ella en estas páginas e insertaré algunos escritos suyos; en fin, mi intención es que vuele en estas ondas su recuerdo hasta el fin de los tiempos, hasta que todos volvamos a encontrarnos, como ellos decían, tras la orilla infinita.

viernes, 31 de mayo de 2013



 Sé que actualizo tan poquito el blog que he perdido los seguidores que tenía. A veces pasa eso, que quieres hacer tantas cosas que te falta tiempo, y piensas: otro día... otro día...
  Bueno, otro día vendrá y tal vez vuelva a este blog con todas las energías que se merece, pero hoy no podía faltar aquí. Hoy es 31 de mayo, hoy hace cinco años que él se fue, y hoy he encontrado, cambiando libros de un cuarto a otro, el IN-MEMORIAM que escribió para mi madre, cuando se nos fue, en el 97. A mí no me gustan esos recordatorios, los veo tétricos, pero a él le parecía imprescindible, tuvo que despedirse de ella a fuerza de poemas y poemas, maravillosos poemas que le salían de lo más hondo del dolor del corazón. Recuerdo aquellos días que siguieron a la partida de mi madre, mi mamaíta, y lo recuerdo a él levantándose antes del alba, mucho antes, y subiéndose a la cámara de la casa (lo que llamábamos "el palomar" porque cuando vivía mi abuelo lo fue). Allí tenía una mesita vieja de madera y una silla con la anea medio salida, pero no quiso que le subiera nada mejor, y allí escribía cada día sus poemas de despedida, en una orgía creadora que fue su forma de llorarla.
   Como sigo sin scáner, lo he fotografiado. Es una pena que está un poquito manchado en la portada, sobre las letras, pero quiero ponerlo en homenaje a él y a ella. Hoy, espero, estarán juntos, tal vez celebrando el aniversario de su nueva fecha de reunión para la eternidad.

                               

Se ha ido, pero se queda
en el temblor de una incógnita
que jamás desvela el tiempo...

Sembradora de ilusiones
en los campos de lo eterno
-espiga, semilla y flor-
se ha ido, pero se queda.
¡Se queda ya para siempre
en el húmedo palpitar
de nuestros más tiernos besos...!

Pastora de rebaños imposibles,
puso su fe en el brillo de un lucero
y -jinete en corcel de sol y lunas-
galopa por los valles de lo eterno...

Cultivando, al voleo de su mano,
jardines de concordias y de besos,
de su paso quedó esa dulce huella
que nos dejan los seres generosos...

Nuestras almas están heridas... mas
son las dulces heridas del recuerdo
con que nos habla todo ser amado
desde la luz remota de lo eterno...
                                                     (de tu esposo, los hijos y la dulce Anais)



     Y nada más. Hoy no pensaba hacer ninguna entrada, pero al encontrar esto, pues he pensado... tal vez él quiere que lo ponga... o a lo mejor soy yo la que quiere creer que él, desde esa otra orilla en la que está, decide a veces, me impulsa, nos echa una manilla...
  Te quiero, papá.
(esto es en el Carmen de los Mártires de Granada,
Granada me pareció tan melancólica, bella y romántica,
la recordaré siempre como agua parada y glicinias)
Nunca fui con mis padres a Granada,
y todavía no comprendo por qué.